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  • Foto del escritorMarisol Diaz-Parreño Torres

La cocina y el Lazarillo de Tormes


LA COMIDA EN EL LAZARILLO DE TORMES (1554)

En nuestra primera novela moderna, hablar de comida puede parecer irracional e irrazonable, siendo además la que inaugura un nuevo género, el de la novela picaresca, cuyos protagonistas son pícaros que pasan hambre, que luchan por sobrevivir en la sociedad de los siglos XVI y XVII. El pícaro es por definición el personaje que vive de “picar aquí y allí “sobreviviendo como puede y siendo criado de varios amos.

Así sucede con Lázaro de Tormes el protagonista de El Lazarillo. Una obra muy breve que consta de un prólogo y siete tratados.

Y hablamos en el título de comida y no de gastronomía porque según recoge el diccionario de la Real Academia Española “gastronomía” es el arte de cocinar los alimentos y en lazarillo no se cocina nada: por pobreza o por avaricia, no hay apenas alimentos ni condimentos, chimeneas u hornos donde se elaboren las comidas, lo que se come es poco y sin elaborar: pan, vino, queso, uvas, longaniza, tripas cocidas…

Las referencias a la comida son continuas en los tres primeros tratados o capítulos, hasta tal punto que se los ha denominado en los tratados del hambre.

Veamos de qué se alimenta Lázaro o mejor dicho de lo que no se alimentaba y al hilo de sus desgracias y calamidades veremos también un poco de la alimentación del pueblo llano de la España del siglo XVI.


TRATADO I, EL DEL CIEGO.

Lázaro nos dice que el ciego “traía pan y todas las otras cosas en un fardel de lienzo que por la boca se cerraba con una argolla de hierro y su candado y su llave”. Y Lázaro, acuciado por el hambre, en descuidos de su amo sacaba lo que podía: pan, torreznos y longaniza. Los labradores también les dan uvas como limosna y comen ambos un racimo de ellas.

En el mismo tratado estando en Escalona dice que el ciego “diomeun pedazo de longaniza que la asase y sacó un maravedí de la bolsa y mandó que fuese por el vino a la taberna”. El vino es la perdición de Lázaro. Lo dice él mismo: “estaba hecho al vino y moría por él”.

Veamos, pues, en estas primeras páginas deEl Lazarillo que aparecen los elementos básicos de los españoles de la época: los torreznos, es decir, el tocino, las uvas y sobre todo el pan y el vino.

El vino entonces estaba considerado un alimento. Se le ve a todas horas, en el desayuno, comida y cena: era un artículo de primera necesidad. Y está presente en toda la literatura picaresca como lo estaba la vida diaria de los españoles, era la bebida ordinaria. Apreciado también por sus cualidades higiénicas: tenemos alguna muestra en El Lazarillo(el ciego le cura con él, como antiséptico, a las heridas producidas por el jarrazo que le había estampado en la cara. Y se burla de él “mira Lázaro, lo que te enfermó te sana y te da salud”.


TRATADO II, EL DEL CLÉRIGO DE MAQUEDA.

El clérigo solo tiene en el arca bodigos de pan (panes pequeños que se llevaban como ofrenda a la iglesia) y Lázaro se lamenta de que no hubiese al menos lo que suele estar en otras casas: algún tocino colgado al húmero, algún queso puesto en alguna tabla o en el armario. En aquella casa había solamente una horca de cebollas de las que él mismo dice que solo tenía de ración una para cuatro días y el que le digo le da la llave cuando le toca coger una diciéndole que se la devuelva enseguida y no golosinee, es decir, no busque golosinas. A lo que él piensa que “como si allí estuvieran todas las conservas de Valencia cuando no había otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo.” Pan es lo único que come Lázaro, y poco, en este capítulo.

El pan era entonces el alimento básico. Todas las clases sociales comían pan, pero en el caso de las clases populares era el dominante. El pan era un alimento complementario como lo consideramos hoy, era el alimento central para la mayoría de la población. Y lo mismo se puede decir del queso, alimento duradero y fácilmente transportable, y de las cebollas, crudas o para utilizarlas en numerosos guisos.

Pero también nos dice Lázaro que era costumbre en Maqueda comer los sábados cabezas de carnero que costaban tres maravedíes,y que cocidas se comían todo: “los ojos, la lengua, el cogote, los sesos y la carne que había en las quijadas”. Y dice bien el sábado, porque las restricciones de la Iglesia el consumo de carne casi alcanzaban a todo el año. Y dentro de la carne, el carnero era el más popular. Aunque nuestro protagonista solo comiera “los huesos roídos”por el clérigo.


TRATADO III EL DEL ESCUDERO, YA EN TOLEDO.

Aquí el pobre Lázaro apenas come nada ni él ni su amo y tiene que ir mendigando por los dos. Dice que al pasar por la tripería pidió a unas mujeres que le dieran un “pedazo de uña de vaca y unas pocas de tripas cocidas”. Y cuando consigue un real su amo le mando a la plaza comprar pan, vino y carne. Esa “tripa” resultó ser uña de vaca, que el hambriento escudero describió como “mejor bocado del mundo”.En este diálogo se dice, también, que esa uña con almodrote está insuperable. El almodrote era una salsa muy popular hecha con aceite, ajos y queso fundamentalmente.

Si el pan era alimento básico,la carne era el extraordinario con la excepción de que se conseguía en mataderos de desecho. Era el alimento más deseado y más valorado de todos. La carne separada a las clases sociales de la época: estaban los que comían carne y los que no, los más ricos y lo más pobres. Éstos últimos comían los llamados despojos sobre todo vísceras (sesos, riñones…) eran muy apreciadas… lo que hoy llamaríamos casquería. Estos despojos será la comida de las clases menos favorecidas, como la de Lázaro.

Así pues, en las primeras páginas de El Lazarillo nos encontramos con lo clásico de la alimentación de ese tiempo: el pan, el vino y la carne (la casquería): la alimentación pobre del siglo XVI, pero de lo que apenas le tocaba a Lázaro.

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